El IEFPA participó en importante Congreso Internacional
Se trata del I Congreso Internacional en Tributación Ambiental y Economía Circular, realizado en España los días 28 y 29 de noviembre pasados.
El debate sobre el rol de la prudencia fiscal suele tener por detrás la idea de los equilibrios que repite la "economía vulgar". Sólo el gasto público es expansivo en el largo plazo.
Por Claudio Scaletta, Página 12, domingo 16 de febrero de 2020
En un artículo publicado en Cash la semana pasada, el economista Alfredo T. García plantea un muy interesante debate sobre la necesidad de las llamadas “finanzas sanas”, diferenciando la persecución del “equilibrio fiscal” del “fiscalismo”. El primero sería la expresión de una deseable correlación entre ingresos y gastos, y el segundo, la obsesión del neoliberalismo por reducir el gasto. El debate sobre la cuestión fiscal, como plantea Alfredo, es fascinante. Por eso, antes que una respuesta personal, este artículo es una excusa para seguir el debate sobre un tema central en el quiebre entre la economía post keynesiana (o teoría clásica del excedente) y el pensamiento económico tradicional.
Una breve aclaración de tono personal antes de comenzar. Los economistas tenemos un serio problema epistemológico. Nos formamos en universidades que nos enseñan un discurso antes que una teoría, lo que normalmente se conoce como corriente ortodoxa o marginalista, también mal llamada “neoclásica” aunque de “clásica” no tenga nada. Luego salimos al mundo y descubrimos que la teoría aprendida sólo es un aparato de legitimación de un orden social y, peor aun, que no nos sirve para explicar los problemas fundamentales, como la inflación, el crecimiento o los ciclos económicos. En la búsqueda de nuevas respuestas encontramos que nos recibimos de licenciados en economía sin haber leído nunca, en sus textos originales, a los principales economistas del siglo XX. O en el mejor de los casos, apenas fragmentos. En el camino, si seguimos estudiando, descubrimos las “leyes que funcionan”, las que efectivamente dan cuenta de los fenómenos que queremos explicar, permiten establecer relaciones causa-efecto y, en consecuencia, hacer predicciones. La paradoja es que el descubrimiento de las leyes que funcionan no hace que nos desprendamos de la teoría obsoleta y la mandemos al arcón del tiempo perdido. Por el contrario, nos pasamos la vida debatiendo contra las hipótesis erróneas del marginalismo. Lamentablemente, quien escribe carece de la influencia suficiente para cambiar los nombres de las corrientes de pensamiento, pero no habría que hablar más de ortodoxia y heterodoxias, sino de “economía vulgar” y “economía” o mejor, para no romper la tradición clásica, de “economía política”.
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