El IEFPA participó en importante Congreso Internacional
Se trata del I Congreso Internacional en Tributación Ambiental y Economía Circular, realizado en España los días 28 y 29 de noviembre pasados.
Por BEN DOOLEYTOKIO, The New York Times International Weekly, Clarín.com, 28/06/2019
Gasta mucho y no te preocupes por el déficit. Eso es lo que los impulsores de la teoría monetaria moderna, un conjunto poco ortodoxo de ideas económicas, ven como el camino a la prosperidad.
Como prueba, sus admiradores apuntan a Japón. A pesar de tener la deuda más grande del mundo desarrollado, Japón sigue siendo una potencia económica con altos niveles de vida.
Pero Shinzo Abe, el Primer Ministro japonés, ha descartado la teoría como “simplista”.
Taro Aso, el ministro de Finanzas, la describió como “muy peligrosa”. Y Haruhiko Kuroda, director del banco central de Japón, la calificó de “extrema”.
Le guste o no a Abe, Japón es una pieza importante de un enigma global que la teoría, conocida como TMM, intenta resolver.
De acuerdo con los libros de texto de Economía, cuando los déficits crecen, la inflación y las tasas de interés deben crecer de la mano. Eso no es lo que ha sucedido en países como Estados Unidos que acumularon una enorme deuda gubernamental tras la crisis financiera mundial de 2008. En lugar de ello, los precios y los costos de los préstamos se han mantenido bajos.
Los partidarios de la teoría monetaria moderna dicen que los déficits son una cosa buena, siempre y cuando el gobierno no cree inflación al empujar la economía demasiado lejos con demasiada rapidez.
La idea ha provocado críticas de economistas consolidados como Paul Krugman, premio Nobel y columnista de The New York Times, así como de Lawrence Summers, ex Secretario del Tesoro de EE.UU..
El gasto del gobierno puede ser necesario cuando los tiempos son difíciles, argumentan. Pero a la larga habrá que pagar la cuenta. Mientras tanto, todo ese gasto podría desplazar al sector privado y hacer más difícil que los gobiernos pidan préstamos en bonos.
La teoría sostiene que un país que controla su propia moneda, como EE.UU. y Japón, no puede quebrar independientemente de cuánto pida prestado. El gasto gubernamental pone dinero en las manos de personas y empresas. En otras palabras, un déficit gubernamental es, de hecho, un superávit del sector privado.
Para estimular el crecimiento, señala la teoría, los gobiernos deben elevar los déficits para dar más para gastar a consumidores y compañías. Si los líderes necesitan más dinero, pueden imprimirlo.
Eso es básicamente lo que Japón ha hecho de manera intermitente durante los últimos 20 años. Su economía prosperó después de la Segunda Guerra Mundial. Entonces los dinámicos años 80 terminaron en un colapso. La economía se estancó. La deflación hizo caer los precios y las ganancias corporativas.
Japón pidió préstamos y gastó para reactivar el crecimiento.
Aun así, la inflación no cambió. Las tasas de interés se mantuvieron bajas.
Japón acogió aún más las políticas estilo TMM después de que Abe fuera electo Primer Ministro en 2012. Su plan pedía más gasto en proyectos públicos y una política monetaria relajada.
Pero desde su elección, Abe ha prometido hallar una forma de pagar las deudas que subieron bajo su Administración.
Abe dijo que elevará el impuesto al consumo al 10 por ciento en octubre.
La promesa es polémica entre los legisladores tanto de izquierda como de derecha. Un incremento similar en 2014 podría haber empujado a la ya rezagada economía japonesa a la recesión. Esta vez, la economía ya fue debilitada por la menor demanda de sus productos por parte de China.
Muchos en el partido de Abe también se oponen al aumento de impuestos, al decir que el gobierno debería abordar los déficits una vez que la condición económica de Japón haya mejorado y el país pueda soportar mejor el impacto.
Mientras tanto, temen que si Japón sigue acumulando deuda, será aún más difícil que el país se recupere.
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