El IEFPA participó en importante Congreso Internacional
Se trata del I Congreso Internacional en Tributación Ambiental y Economía Circular, realizado en España los días 28 y 29 de noviembre pasados.
Avanzan la inteligencia artificial y la capacidad de hacer cruces de datos, pero aun así, la magnitud de la evasión desvela todavía a los gobiernos; qué podría pasar en el futuro
Por Sebastián Campanario y Victoria Giarrizzo, LA NACION, DOMINGO 16 DE JULIO DE 2017
a frase de Benjamin Franklin es un clásico entre los tributaristas: "Hay dos cosas inevitables en la vida: la muerte y pagar impuestos". La primera, con todas las novedades que están apareciendo en el campo de la salud y reversión del proceso de envejecimiento, está siendo puesta en duda por Silicon Valley y otros oasis de innovación. ¿Qué pasará con los impuestos y las nuevas tecnologías? ¿Será más difícil evadir en el mundo del big data y la inteligencia artificial? ¿O la mayor desigualdad y concentración hará que los súper ricos sigan accediendo a las mejores tecnologías para eludir y evadir?
Según el Boston Consulting Group, en 2016 los paraísos fiscales escondían 10 billones de dólares, 20 veces el PBI argentino, sólo en activos financieros. La Cepal cuantificó que en IVA y ganancias, la evasión anual en América latina asciende a US$ 340.000 millones (65% del PBI local). En la Argentina se estima que el 35% de la economía se produce en negro y, según la Tax Justice Network, sólo las grandes compañías evadieron US$ 21.406 millones en el país en 2016 (4,2% del PBI).
Hace ocho años, en la cumbre de líderes del G-20 en Londres, los presidentes lanzaron un pronóstico alentador: advirtieron que en dos años los evasores del mundo estarían cercados y no existiría lugar donde esconder dinero. Se vaticinaba que el mundo sería una especie de Gran Hermano, con los fiscos conociendo detalladamente los movimientos de todos.
A ocho años de esas premoniciones, la evasión aún desvela a los gobiernos. Las increíbles innovaciones tecnológicas no alcanzan, y las sanciones aleccionadoras no causan efecto. El pronóstico del G-20 se parece al de los autos voladores: desde los 90 que se vaticina su llegada para "dentro de dos años" y siempre se corre el arco.
La batalla no está perdida. Muchos analistas creen que con las últimas tecnologías y la expansión del dinero virtual, está cambiando el paradigma vigente, y muy pronto la sociedad será como el reallity show: no se podrá escapar a los organismos fiscales, que como el Gran Hermano de Orwell, vigilarán cada uno de los movimientos de sus contribuyentes.
¿En qué se basan esos pronósticos? En la proliferación de instrumentos como los medios de pagos electrónicos, las monedas virtuales, los controles satelitales, drones para combatir el comercio informal y el contrabando, y sobre todo, tres tecnologías revolucionarias.
Una es el avance del blockchain que permite un registro pormenorizado e imborrable de las transacciones y las riquezas financieras y patrimoniales de todos. La segunda es el uso de big data, donde los países arman modelos predictivos para anticipar la propensión a evadir de empresas y personas basados en su conducta histórica. El modelo cruza esos patrones con los registros de datos, y detecta además proveedores falsos, o si lo que declara la empresa corresponde con lo que muestran en su vida cotidiana los dueños y directivos.
La tercera novedad fue aportada por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y el Mitre Corp, una ONG de investigación tecnológica: aplicar inteligencia artificial para descubrir las protecciones fiscales abusivas que usan empresas multinacionales o sociedades privadas. Analizando declaraciones, rastreando flujos de dinero rutinariamente, y cruzando eso con las miles de páginas de los códigos fiscales mediante algoritmos, aseguran que los países pueden evitar el uso de las zonas grises de las legislaciones fiscales que aprovechan especialistas muy habilidosos para evadir o eludir. Hasta ahora eso lo hacía una tropa de abogados, contadores, y auditores en años de trabajo, con pocos resultados, y hoy podría hacerlo una computadora al instante.
Los alcances de la tecnología son ilimitados. Aunque el optimismo se matiza cuando los especialistas tributarios aseguran que las grandes empresas y las clases más adineradas, que mueven el amperímetro de ingresos fiscales, siempre se las ingeniarán mediante marañas legales complejas para evadir o eludir y será imposible atraparlos. Desafiarán la tecnología con más tecnología, la ingeniería contable le ganará a la ingeniería financiera, y difícilmente un ejército tecnológico traspasará sus barreras.
Eso plantea una hipótesis: con la nueva tecnología, la evasión del futuro será exclusiva para las clases altas, e imposible para las clases bajas, medias, medias altas, y las pymes, que tienen menor acceso a ingeniería contable sofisticada para eludir o evadir. La tecnología los pondrá contra la pared. No tendrán forma de escapar a las redes que tejerán las autoridades fiscales con entrecruzamiento de datos y registros concadenados, siquiera para eludir. Y esa lucha desigual concentrará más la renta.
Lo único seguro es que la batalla será cruenta, porque a nivel estructural el mundo va a hacia un esquema económico de mayor peso del Estado y avidez recaudadora: si hoy hay a nivel global un ciudadano de clase pasiva para ser mantenido por cuatro trabajadores activos, la relación cambiará a dos a uno para 2050. Los gastos en salud y educación se proyectan al alza, y ni que hablar de los gastos asociados al desempleo tecnológico, ya sea por seguros para desocupados o por un ingreso universal.
Este panorama lleva a situaciones inéditas, como la que abrió la canciller alemana Angela Merkel cuando apeló a estrategias ilegales al usar 2,5 millones de euros del gobierno para comprar al empleado desleal de un banco la lista de 1500 evasores germanos millonarios. Si bien eso generó un debate ético sobre si es correcto que los gobiernos negocien con ladrones, alentó una nueva vía de combate semi ilegal. "Ladrón que roba a ladrón tiene mil años de perdón."
Se acumulan los trabajos de gobiernos para construir una moral tributaria e instalar efectos reputacionales sobre la evasión. Hoy no hay castigo social a los evasores. En la Argentina, una encuesta del Movimiento por los Valores, el Bienestar y el Desarrollo Argentino reveló que si un rico evade impuestos solo el 59% de la gente siente bronca. El resto indiferencia o incluso, solidaridad. Y si evade alguien de ingresos bajos o medios, sólo 25% siente bronca y el resto, indiferencia, solidaridad o simpatía. Y el 80% de la gente reconoce que evadir impuestos no es justificable, pero solo 36% paga todos sus tributos.
"Los fiscos de América latina están tratando de entender cómo usar mejor la información que acumulan, en un nivel anterior al del uso de la inteligencia artificial", dice Carlos Scartascini, economista principal del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). "En general, la idea es que a medida que cada vez haya más trazabilidad de las transacciones será cada vez mas fácil cobrar impuestos y más difícil evadir. En ese contexto, los sistemas impositivos deberían volverse más sencillos, las tasas marginales bajar un poco, y así mejorar la equidad y la eficiencia", sigue Scartascini. "La pregunta será si existe potencial para un nuevo tipo de iniquidad que venga ahora no por «ser amigo del comisario», sino por tener acceso a herramientas informáticas que permiten evadir el sistema en un contexto donde los sistemas serán cada vez más cerrados y los agentes dependerán de lo que los sistemas digan (no hace falta ver mucha ciencia ficción para imaginar situaciones similares)."
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